¿Zarpas desde Trieste en tu crucero por Adriático e Islas Griegas? Este post te interesa
“Trieste ha una scontrosa
grazia. Se piace,
è come un ragazzaccio aspro e vorace,
con gli occhi azzurri e mani troppo grandi
per regalare un fiore;
come un amore
con gelosia”
Umberto Saba
La meseta del Kras, con su piedra caliza, hace de frontera entre Trieste y Eslovenia. La ciudad fronteriza italiana ubicada en la región de Friuli-Venezia-Giulia cuenta con un puerto franco -es el primer puerto de Italia para el tráfico de mercancías y el primer puerto petrolífero del Mediterráneo-. Trieste es Puerto Libre desde 1719 en la época de Carlos VI y fue declarado Puerto Franco desde 1745, contando con ausencia de derechos de aduana con respecto a los bienes de consumo y con ventajas para la importación de materias primas y la exportación de productos. Estuvo bajo dominio de Francia, Austria e Italia. El estatus de puerto franco se ha conservado hasta el día de hoy.
Trieste está custodiado en el horizonte por el precioso Castello di Miramare que atesora la historia de Maximiliano de Habsburgo, fugaz emperador de México y de su esposa Carlota de Bélgica. Él fusilado en Querétaro, ella encerrada de por vida.
Los puentes ‘tricolore’
Si haces escala de crucero en Trieste, recalarás en su Borgo Teresiano, el barrio con eje vial ortogonal en el que se ubica el Gran Canal navegable y que data de mediados del siglo VIII. Fue construido sobre las salinas de la ciudad y en los bajos de sus edificios se ubican enormes antiguos almacenes que servían a los pescadores.
El Gran Canal está atravesado por tres puentes -en realidad dos puentes y una pasarela peatonal- cuyo nombre deriva del color en el que fueron pintados: verde, blanco y rojo (como la bandera ‘tricolore’ de Italia) que eran todo un mensaje de la declaración de intenciones de la ciudad porque tras la II Guerra Mundial, Trieste fuer reconocida por el derecho internacional como Estado Libre, aunque permaneció bajo ocupación militar hasta 1954, año en el que fue devuelta a Italia, tal y como querían sus habitantes e hicieron constar en su mensaje cromático.
¡Viva Verdi!
Muchos fueron los símbolos que reivindicaron desde la arquitectura, la cultura o la música. Una curiosidad es que Giuseppe Verdi, el compositor de Nabucco, la primera ópera con clara intencionalidad política que se convirtió en un símbolo de la independencia de Italia, es el músico que da nombre al principal teatro de Trieste.
No en vano, la tercera ópera del compositor expresaba un fuerte sentimiento patriótico acorde con el que aunaba al movimiento italiano de liberación contra la dominación austríaca. Así, la frase ¡Viva Verdi! que protagonizaba saludos y pintadas por toda Italia no era sino un acrónimo de esta: Viva “Vittorio Emmanuele Re d´Italia”. Sirvió para burlar la censura austríaca y fue el preludio de la coronación del rey Vittorio Emmanuel II de Saboya en 1861.
“…la mia anima è a Trieste…”
Convertida en un auténtico crisol de culturas, Trieste es hoy ‘la menos italiana’ de las ciudades de Italia. No se dice esto solo por su estética en la que se pueden detectar reminiscencias parisinas, milanesas, venecianas o vienesas, sino por su población multicultural en el medio de la llamada Mitteleuropa. Triest en alemán o Trst en esloveno son los otros nombres de la ciudad en la que convergen las culturas latina, eslava y germánica.
Su intelectualidad atrae a escritores como Ernest Hemingway, Umberto Saba (triestino) o James Joyce -cuya escultura atraviesa uno de los tres puentes de su Gran Canal y bajo la cual hay una placa que reza “…la mia anima è a Trieste…’ y sus históricos cafés mantuvieron durante décadas una agitada actividad cultural.
Algunos de ellos siguen abiertos y son ya un auténtico reclamo turístico, tal es el caso del Cafe San Marcos o del Café Tommaseo con su estilo vienés.
No en vano, desde hace tres siglos Trieste importa café y ya a finales del siglo XVIII había en la ciudad 66 empresas de importación y comercio de café. Desde el año 1904 cuenta con una Bolsa del Café (Borsa del Caffè). Un tercio del café que se consume a día de hoy en Italia sale de Trieste.
La ciudad tiene además su propio lenguaje para denominar a los diferentes tipos de café. Así, al café cappuccino se le llama Capo en B, que quiere decir ‘cappuccino en vaso pequeño con espuma’. Si lo quieres con más espuma, dirás ‘capo en b con espuma tanta’, especial lleva cacao encima, macchiato fredo es cortado con leche fría, el cappuccino normal se llama caffelatte, nero es un expreso, nero in b, goccia, deca, capo deca…y así mil variantes que los triestinos conocen a la perfección.
Aunque la ciudad de Trieste habla mayoritariamente italiano, también cuenta con un dialecto local, el triestino y con algunos lugares en las que se habla y educa en esloveno como Opicina. El 8% de los habitantes son eslovenos sin embargo la población con ese origen y acervo cultural ya roza el 40%. El bilingüismo italiano-esloveno es oficial en toda la provincia salvo en el centro de Trieste y en Muggia. La impronta austríaca y germana también está presente en la población y en los idiomas que se escuchan al pasear por las calles triestinas.
La ciudad del viento: La Bora
El viento es quizás el elemento climático más definitorio de Trieste. La entrada en el puerto de cruceros estará sin duda acompañada por el viento boreal que arrasa la plaza de la Unidad de Italia.
El viento se llama Bora y es repentino y tempestuoso. Su media alcanza los 80 kilómetros por hora. Se conoce como Bora Chiara o Bora Scura en función de su final despejado o lluvioso o nevado. Se dice que «la Bora nassi in Dalmazia, la se scadena a Trieste e la mori a Venessia». Suele durar tres días y nace en Dalmacia, se crece y se desarrolla en Trieste y va a morir a Venecia. Trieste tiene incluso un Museo de la Bora dedicado a su visitante más asiduo.
La convivencia entre religiones
La tradición italiana, la austrohúngara y la judía confluyen en armonía en la ciudad de Trieste. La sinagoga de mayores dimensiones de Italia se yergue en el centro de la ciudad -aunque ahora solamente una pequeña sala basta para acoger a la comunidad judía que vive en Trieste-. No en vano, Trieste fue un referente para los judíos que escaparon de los nazis. Además, la ciudad cuenta con un antiguo ghetto, con un museo memorial del Holocausto llamado Museo Carlo y Vera Wagner o la Librería Antigua de Umberto Saba.
Pero además de la sinagoga, con su impresionante rosetón en forma de estrella de David, Trieste cuenta con una impresionante Catedral di San Giusto construida sobre los restos de una basílica paleocristiana y con una gran Iglesia Ortodoxa de San Spiridione.
La estrella de David, símbolo de la conjunción del cielo y la tierra y compuesta por dos triángulos equiláteros que evocan a Dios que mira a los hombres y a los hombres que vuelven su mirada a Dios en una superposición de ambos elementos, preside la fachada de la sinagoga; una gran mole que recuerda la vinculación de la ciudad con el hecho de ser la única ciudad de Italia en cuyas inmediaciones se ubicó un campo de concentración y exterminio nazi durante la II Guerra Mundial.
Risiera de San Sabba: el recuerdo del horror
En uno de los barrios de Trieste se ubicaba en 1898 la planta de descascarillado de arroz de San Sabba. Durante la ocupación nazi se convirtió en un horrible campo de prisioneros para los soldados italianos para posteriormente destinarse a la detención, eliminación de rehenes, presos políticos, partisanos y judíos. Un campo de exterminio. Un lugar del horror.
Se cree que en la Risiera di San Sabba asesinaron a entre tres y cinco mil personas. Hoy se puede y se debe visitar para recordar para siempre que hay partes de la historia que no deben volver a repetirse jamás.
La plaza de la Unidad de Italia y la fuente de los cuatro continentes
La plaza de la Unidad de Italia es el centro neurálgico de Trieste y es la plaza con apertura hacia el mar más grande de Europa -San Marcos de Venecia tiene en uno de sus flancos una laguna y la del Comercio en Lisboa tiene la desembocadura del río Tejo-. El Golfo de Trieste forma la ‘cuarta pared’ de esta imponente plaza entre los barrios Teresiano y Giuseppino.
Uno de los grupos escultóricos que la decoran es la llamada Fuente de los Cuatro Continentes, creada por Giovanni Mazzololi y símbolo de las partes del mundo conocido por aquel entonces (1750): Europa, Asia, África y América. Como curiosidad, la escultura de África está teñida de negro y la fuente está coronada por una figura alada que es la mujer que encarna a la ciudad de Trieste. Trieste es femenina, como su viento, como la Bora.
Castello di Duino
Rainer Maria Rilke definió la sensación de visitar este Castillo en la costa triestina así: “estar aquí es la maravilla”.
Y es bien cierto. El Castello di Duino fue residencia de los príncipes della Torre e Tasso. Ahora es visitable desde 2003 y ofrece una de las vistas más increíbles del Golfo de Trieste y del atardecer anaranjado sobre las rocas escarpadas de su costa.
Entre sus ilustres invitados a lo largo de la historia se encuentra Sissi (Isabel de Austria), Johann Straus, Paul Valery o el poeta Rainer Maria Rilke -en él compuso las Elegías de Duino-.
Cuenta con 18 salas visitables y con un búnker de 400 metros cuadrados y 18 metros de profundidad construido para la armada alemana y para la defensa de la base naval de Sistiana.
Otro de los lugares más bellos del castillo es el parque, con sus cascadas de flores y su vegetación mediterránea. Más de 21.000 flores lo decoran.
Sin duda, hacer escala de crucero en Trieste o embarcar en esta ciudad para recorrer el Adriático es una gran oportunidad de adentrarse en el auténtico tesoro del Friuli-Venezia-Giulia. Una visita sorprendente, cultural, educativa, aleccionadora. No dejes pasar la ocasión de descubrir la triestinidad.
Sin comentarios